04 noviembre 2010 ~ 0 Comments

A las TVs se les acaba el chollo (por fin)

Jamás me alegraré del fracaso de los demás, porque siempre he creído que la competencia es sana y que hay sitio para todos, pero lo cierto es que debo reconocer un cierto regustillo de justicia poética en mi garganta al ver por dónde están yendo (por fin) las cosas en Internet. En los últimos 10 años, los profesionales de las «páginas wec» hemos tenido que asumir toda clase de clichés y desprecios promovidos por los mal llamados «medios tradicionales», y más concretamente por las televisiones.

Las cadenas de televisión, públicas y privadas, nos han estado asociando durante más de una década a pornografía gratuita, ídem infantil, ciberdelicuencia, adictos a los videojuegos, piratería musical, y un sinfín de tópicos que demuestran que en España siempre hemos sido pioneros, pero no en crear, sino en destruir todo aquello que aparenta ser una amenaza a un status de privilegio adquirido por méritos propios (contenidos) o ajenos (concesiones, y ausencia de alternativas).

Así, todavía es recurrente la historia de cadenas como Telecinco (por citar el ejemplo más claro de ceguera comercial), que han invertido más tiempo y recursos a denunciar la publicación de sus contenidos en Youtube que a la confección de una parrilla de calidad (o al menos decente). Durante toda esta larguísima década, los directivos de la caja tonta no sólo no se han dado cuenta de que Internet estaba ahí también para ellos, que debían formar parte en su construcción, si no que se han empeñado en luchar contra la web como San Jorge peleaba con el dragón. Vade retro… ¡ estos adolescentes pajilleros cuelgan nuestros vídeos en yutuf !

Ahora, ya a toro pasado, cuando su modelo de negocio empieza a hacer aguas por todas partes y ven que comienza una segunda época dorada de Internet, se empiezan a bajar del insostenible carro de los tarots, los sorteos SMS, los politonos y los concursos-fraude, y quieren vestirse de Internet a toda prisa, no sea que ellos se queden sin la tajada de un pastel sobre el que días antes estaban escupiendo. Así, cada vez que aumenta la presencia de publicidad en la web y los pobres chavales que han estado años en un garaje empiezan a oler el éxito, algún directivo de TV se revuelve en su sarcófago pensando que se llevan «su dinero», porque los que pagan la publicidad desinvierten en TV e invierten en un medio con audiencias medibles.

¿Exagerado? Para nada. De la noche a la mañana Cuatro, Telecinco, RTVE o Antena 3 (por citar los más representativos) han montado sus plataformas de «televisión a la carta por Internet», para que podamos ver las series y los capítulos emitidos cómodamente en la pantalla del PC o del Mediacenter. No es que me queje, todo lo contrario, al menos han sabido reaccionar, más vale tarde que nunca. Pero el resultado es de lo más curioso y variopinto,  como poco. Y ahí dejo la sutileza.

De todo esto saco muchas cosas en positivo; que Internet es y será siempre una revolución constante, una democratización de las tiranías mediáticas, una forma de dar voz a la gente y quitársela a los pregoneros del reino. Frente a la imposición de una TV cerrada, plagada de contraprogramación, sexo barato, publicidad asfixiante, informativos de «corta y pega» y realities las 24 horas del día, frente a esa puta mierda, los usuarios tenemos la posibilidad de elegir lo que queremos ver, cuándo lo queremos ver, y cómo lo queremos ver.

Así que, permítanme ustedes durante unos segundos que sonría condescendientemente cada vez que enciendo mi televisor, -el tiempo justo que tardo en cambiar al canal AV para ver un DVD- y me sale una teletienda o un tarot, porque sé que a las teles se les acaba el chollo, y también sé que algún día recordaremos estos tiempos con sorna.

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