29 octubre 2010 ~ 1 Comment

Teletrabajo, ¿un privilegio?

Inicio la andadura de este blog personal con una reflexión sobre un tema que cada vez está más de moda: las ventajas de trabajar en casa, esa tendencia actual hacia el “teletrabajo”, como contraposición a tener que desplazarse dos o cuatro veces al día para ir a la oficina. Cada vez se oye más eso de que el teletrabajo es una forma genial de ahorrar costes a la empresa y conciliar la vida personal y familiar con la laboral. Pero… ¿Es realmente tan bonito como lo pintan? ¿Estamos ante otra moda “cool” de los medios de Internet? ¿Puede todo el mundo permitirse ese lujo?

Realmente no es necesario haber probado ambas opciones para imaginar cuáles son los pros y contras de cada una, basta con usar la imaginación y el sentido común. Pero en estos casos lo mejor suele ser hablar por experiencia, y yo puedo hacerlo, porque en 12 años que llevo en esto de Internet, 7 de ellos (más de la mitad de mi vida laboral) los he pasado trabajando en un pequeño despacho habilitado en mi propio domicilio. Ahora desarrollo mi actividad en una oficina, junto a varios de mis socios, y aunque recuerdo con nostalgia algunas de las cosas más seductoras de trabajar en casa, lo cierto es que me siento mucho más cómodo en mi actual puesto.

La gran cuestión… ¿Puede todo el mundo trabajar en casa?

Rotundamente no. La primera cosa que debemos pensar sobre el teletrabajo, y que la mayoría de gente parece olvidar, es que en casa estamos SOLOS y contamos con LIMITACIONES LOGÍSTICAS. Hay tareas que requieren un flujo de recursos humanos y/o materiales, y por lo tanto alejarse de ellos causa más perjuicios que beneficios. Obviamente hay oficios que quedan excluidos por sí mismos; ningún panadero se planteará trasladar su horno industrial al piso para luego llevar él mismo los panecillos al local comercial. Sin embargo hay negocios con un área mucho más gris al respecto, y es en esos casos en los que conviene plantearse ciertas dudas razonables.

Así pues, antes de convertir nuestro hogar en oficina, es imperativo confeccionar una lista de pros y contras. Cojan papel y boli: ¿Qué parte de mi negocio o de mi empleo se verá perjudicada? ¿Seré realmente más productivo?  ¿Qué parte de mi vida personal puede verse alterada a mejor y a peor? ¿Cómo afectará a mis relaciones personales y profesionales?

Al igual que abrir un nuevo negocio exige un pequeño estudio de mercado y de situación, dar el paso hacia el teletrabajo exige plantearse todas estas cuestiones con un mínimo de objetividad.

¿Hay que tener un perfil determinado para trabajar solo?

Trabajar en casa es un cliché que suele ir asociado a madrugar poco, tener un horario flexible, no depender de nadie y poder resolver asuntos personales siempre que queramos, y sin la mirada inquisitoria del jefe. Que nadie os engañe. Esto no es así.

Generalmente, una persona que en su trabajo es poco eficiente y que detesta estar sometida al control de un superior, aún será más laxa con el desempeño de sus obligaciones en casa. El refranero castellano es sabio: el ojo del amo engorda el caballo.

Aunque parezca mentira, lo primero que hay que hacer antes de empezar a trabajar en casa es asignarse un horario fijo. Y más importante todavía que asignarlo: cumplirlo. ¿Cumplir un horario fijo? ¡Pero si yo lo quería era flexibilidad! De acuerdo. Pero primero debemos desarrollar una rutina de costumbres para separar de forma artificial la obligación del ocio, así como el descanso del trabajo, para que ninguna de las partes invada a la contraria. Tan absurdo es levantarse a las 11 de la mañana y ponerse a ver vídeos en Youtube, como estar programando 14 horas seguidas sin levantarse a mear. La virtud, como siempre, está en el medio.

Una vez adquirido el hábito de trabajo, acostumbrado a horarios más o menos prefijados, es ahí donde podremos concedernos cierta flexibilidad. Pero no flexibilidad sobre un caos de horarios y organización.

Las distracciones. Política de tolerancia cero.

Las personas tendemos a ser críticas con la actitud de los demás, y condescendientes con la propia. Por eso trabajar en casa es extremadamente peligroso, porque conlleva tentaciones que no se dan en la oficina y de las que es fácil perdonarse. Abusar del teléfono, levantarse a picar de la nevera, realizar tareas del hogar, jugar a un videojuego por Internet, ver chorradas en Youtube, entrar constantemente en las redes sociales… todo ello son distracciones que, por ellas mismas, no suman una gran cantidad de tiempo, pero  que combinadas y repetidas pueden llegar a destruir nuestra productividad, y –a la larga- el empleo o negocio que se pretende “tele-realizar”.

La mejor táctica para evitar esto consiste en blindarse mentalmente, acotando a horarios determinados todo aquello que no sea estrictamente trabajo. Por ejemplo, podemos entrar en Facebook mientras tomamos el desayuno, y no volver a revisarlo hasta la hora de comer o la tarde. Podemos atajar las llamadas no estrictamente comerciales, pidiendo a amigos y familiares que eviten contactarnos mientras trabajamos, y así un largo etcétera.

En realidad, como podréis observar, el sentido común siempre es la mejor guía, y es básicamente lo que sustenta este pequeño artículo.

Saber parar y descansar

Tan importante como ser eficiente y rendir al máximo, es saber hacer tiempos de descanso, de 10-15 minutos de duración, en los que tomar un tentempié, e incluso abrir la ventana para airearse o dar un ligero paseo para despejar la mente. En mi caso hubo un tiempo en el que apenas veía la luz del día, y eso, os lo garantizo, es tremendamente perjudicial tanto a nivel físico como psicológico.

Hacer ejercicio moderado

Bien, ya no tenemos que desplazarnos a una oficina. Qué risa, de la cama al despacho, y del despacho a la cama. Pues, no, no tiene nada de gracioso. Uno de los clichés del teletrabajor es el de una persona obesa que no se levanta de la silla más que para ir a la nevera. Y creedme, en este caso no se trata de un cliché. Estar sentado todo el día es, a la larga, peligroso para la salud, porque deteriora las articulaciones, fomenta la obesidad y aumenta los riesgos cardiovasculares.

Por eso, si para un oficinista es importante realizar ejercicio moderado al menos dos veces por semana, lo que viene a ser “estirar piernas y pulmones”, para alguien que desarrolla su actividad en casa es todavía más recomendable. Además, aquí no vale la excusa del “es que no tengo tiempo”. Nadie mejor que un “teletrabajador” para planificarse una visita diaria al gimnasio o una sesión de footing por la calle.

A la frase “es que no tengo tiempo” me gustaría dedicarle un artículo completo otro día, porque realmente lo merece, pero simplemente diré que en este caso basta aplicar lo dicho en párrafos anteriores: la clave es fijar horarios y cumplirlos.

Mantener los contactos y las apariencias

Y de nuevo, otro cliché totalmente verídico. Una de las cosas que más pereza da de ir a la oficina es tener que ducharse, afeitarse (si eres hombre), y vestirse adecuadamente cada mañana. Así, lo primero que hace un “teletrabajador” novato es darse cuenta de que no tiene que pasar por ese trámite. Basta con sacar un vaso de leche de la nevera, rascarse la entrepierna por dentro de pijama y sentarse delante del ordenador. ¿Para qué vestirse o ducharse si no vamos a ver a nadie? Otro error básico. Hacer esto como excepción, es decir, permitirse el lujo de ir en pijama un día, es uno de las ventajas de trabajar solo. Pero CUIDADO, hacerlo por costumbre es la vía más directa para perder la noción de la apariencia propia y de las relaciones sociales.

De tener miedo a abrirle al cartero y esconderse por los rincones con cara de Jack Nicholson hay un paso… Por eso vestirse todos los días, mantener una higiene personal y estar preparado para recibir visitas o mantener un mínimo contacto social es fundamental para seguir viviendo en sociedad.

Los desplazamientos, la gran ventaja del iWork.

Es evidente para cualquiera, y es quizás el motivo por el que muchas empresas están empezando a permitir que algunos de sus empleados desarrollen tareas desde casa. En grandes ciudades ahorrarse los desplazamientos y el coste de los mismos es uno de los grandes atractivos, puesto que una persona puede llegar a perder hasta dos horas al día en conducir, aparcar, coger el bus, etc., lo que significa ganar unas 400 horas al año para tareas más productivas.

Sin embargo… se derivan otros costes de usar el hogar.

Vale, no tenemos que gastarnos un dineral en gasolina, ni llegar cabreados por el tráfico, ni pelearnos por un sitio en el bus, ni aguantar empujones en el metro, y nos ahorramos una pasta. Pero claro, trabajar en casa implica un mayor gasto energético (climatización, agua, luz, teléfono, Internet…) y una inversión inicial mínima en mobiliario de oficina o en hardware. Eso también hay que tenerlo en cuenta.

Trabajar desde casa ¿Un lujo?

Y finalizo este artículo rompiendo con fuerza el cliché de que trabajar en casa es un lujo que sólo unos pocos se pueden permitir. En efecto, sólo unos pocos se lo pueden permitir, porque la mayoría de trabajos están vinculados a ese intercambio de recursos humanos y logísticos de los que hablaba al principio. Pero no es un lujo, es una opción más. Incluso puede ser muy perjudicial para nuestras aptitudes sociales con el tiempo. Trabajar solo es eso, trabajar solo, y significa no relacionarse con personas excepto por medios telemáticos.

Mi caso es quizás curioso, porque pudiendo mantener mi puesto de teletrabajo, hace tiempo di el paso contrario, volví a instalarme en una oficina. Ahora me toca vestirme todos los días y desplazarme cuatro veces al día. Pero la comunicación con mis socios la comunicación es más fluida, y creo que desde que di ese paso mi vida laboral ha mejorado en muchos aspectos.

En definitiva

Decidir trabajar solo en casa es más peligroso de lo que parece, y si no somos personas con cierto sentido del orden y la organización, al menos deberemos desarrollar un gran sentido de la autocrítica para ir corrigiendo sobre la marcha y creando un hábito laboral.

Yo personalmente me distraigo con facilidad, y debo reconocer que los primeros meses de mi teletrabajo fueron un auténtico caos. Con el tiempo fui cogiendo mano, y enseguida aprendí trucos para no convertirme en un cavernícola. Al final, puedo aseguraros que trabajar solo no es para nada diferente de trabajar acompañado. Requiere todavía mayor predisposición y seriedad, pese a que sea el tema de moda.

Esto me recuerda a la depilación masculina. Trabajar solo antes era una cosa de raros. Ahora es de ser muy «cool». Cuidado con lo cool. 🙂

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