28 marzo 2011 ~ 2 Comments

El secreto de Apple: pensar como un usuario

Es curioso, hoy en día la adopción de una tecnología (un smartphone, una videoconsola, un televisor) parece conllevar la defensa dogmática de la marca que la fabrica, como si no bastara con la satisfacción de haber adquirido un producto que cubre nuestras necesidades. Parece que hay una fuerza invisible que nos obliga a convencer a los demás de que nuestra compra es la decisión más lógica y acertada. Es como si al pagar por un producto de Apple, Microsoft o Sony (por citar los más típicos), nos convirtiéramos en una suerte de talibanes tecnológicos, obligados e emprender una cruzada de evangelización contra los «infieles».

Yo mismo, oh padre, he pecado. Llevo un iPhone 4 en el bolsillo, y cuando veo un Nokia o una BlackBerry no puedo evitar soltar alguna bromita impertinente: «¿Aún hacen móviles con teclado?». Y sí, lo reconozco, además me encanta entrar en discusiones bizantinas sobre si BlackBerry ó iPhone, XBOX360 ó PS3. ¿Soy por ello un «fanboy«? Veamos, veamos…

Lo cierto es que -bromas a parte-, tengo muy claro que no encajo tan bien en la definición de «fanboy» como podría parecer, pues también me siento muy capaz de señalar las carencias de un iPhone o un iPad. Sí. He probado Android. No. No me convence. ¿Me cambiaría a Android si mejorara la experiencia de iOS? Sin duda alguna. Así pues, a diferencia de otros usuarios, que adoptan una marca como el que jura fidelidad eterna a su equipo de fútbol, o aquellos que «odian» los gadgets de otros, tengo muy claro que el iPhone todavía tiene puntos flacos, y me consta que puede no ser el smartphone perfecto para todo el mundo. Pero analizo los pros y contras, y sé que es la mejor elección para mí. Aún mejor: me doy cuenta de que quien defiende su BlackBerry o su HTC, lo hace con criterios tan válidos como los mios. ¿De boquilla? Nada de eso: El pasado mes de octubre escribí 5 cosas que odio de mi iPhone para Apple Adictos, y sin rasgarme las vestiduras. Ahora mismo podría citar de carrerilla 10 cosas que Apple no está haciendo bien.

Por eso me fastidia un poco que a los usuarios de Apple se nos llame sectarios, pijos o snobs, básicamente sólo porque el precio de entrada de la marca es elevado, como si nos apasionara pagar el pastizal que nos saca Steve Jobs. Son muchos los que creen que llevas un iPhone porque es «cool», o tienes un iMac por queda bien en el despacho, o lo pagas porque te sobra el dinero. Pues chico, algunos de nosotros quizás hemos dejado de comprar otras cosas para poder pagar esta. ¿Que hay idiotas que compran Apple solo porque hacen juego con la mesa de cristal? Seguro. Pero creedme, son minoría.

Otra premisa equivocada: por menos dinero puedes tener lo mismo en otras marcas. Error. Craso error. Al pagar el sobreprecio de un MacBook Pro estás pagando por un portátil que no hace ruido, que no pesa, que no se calienta como un horno, que apenas gasta batería, que no se cuelga, que se ve de muerte, que no hay que configurar, que es inmune a virus, que tiene un servicio técnico de lujo… Sí, hay productos de la competencia que tienen «alguna» de dichas ventajas, pero ¿todas a la vez? Sólo Apple. La gente entiende muy bien este concepto aplicado a la industria del automóvil, pero no en la microinformática. ¿Acaso no es Volvo una marca más segura que Fiat? Pues eso. Lo pagas.

La diferencia entre Apple y el resto de compañías de microinformática es que todos los años presentan una -o varias- características cuyo concepto conocíamos, pero jamás habíamos visto bien aplicado en la práctica. Apple toma lo que ya existe, y lo adapta a un entorno usable. Recuerdo cuando en 2007 toqué mi primer iPhone EDGE, importado de Estados Unidos. Lo había comprado un poco por probar, sin estar demasiado convencido. Nunca antes había tenido algo de Apple. Al encenderlo no lo podía creer. Ya había tocado otras pantallas táctiles antes (TPVs, cajeros, máquinas de bar, tablets), pero jamás había experimentando esa sensación: la pantalla de verdad parecía reaccionar con precisión a mi tacto. El más sutil roce abría el correo. Arrastrando la yema a la derecha cambiaba de foto, pellizcando hacia fuera ampliaba. Parecía magia. Y el tamaño y los colores… ¡qué maravilla!

Eso es lo que consigue Apple. Te hacen creer que has comprado algo «mágico». Piensan como tú, como yo, prueban cosas, adaptan otras, y si al final el resultado no es bueno, lo desechan. Apple tiene miles de patentes no usadas, y eso es tan importante como las patentes que acaban aplicando. El buen artista sabe reconocer cuándo una canción no es digna de ser editada en el álbum. Recuerdo cuando vi los primeros teléfonos que «copiaban» el táctil de Apple. ¡Qué desastre! Había que aplastar la pantalla para que respondieran a la presión del dedo, y en otros los menús se desplazaban a trompicones. Ya lo decía mi padre: «no copies, pero si copias… hazlo bien.» Porque copiar, y encima hacerlo mal, es de tontos.

Por eso a Apple nadie le pisa terreno. Porque la competencia reacciona mal y jamás se molesta en innovar. Prefieren limitarse a enseñar «potencia bruta», ampliando el hardware cada dos meses, confundir al usuario con miles de modelos, marcas, tamaños y versiones de software, aliarse para ganar fuerza, en lugar de aliarse para invertir en I+D, presentar innovaciones que sorprendan al usuario y obliguen a Apple a ser la que copie.

Así pues, es evidente que el secreto de la compañía de Jobs no es ningún secreto, es tan sólo pensar como un usuario. Alguien en Cupertino tiene una idea, e inmediatamente todo el departamento de desarrollo se está planteando cuestiones lógicas: ¿Aprovecharía realmente esa función? ¿es cómoda? ¿puede mejorar mi experiencia? Algo tan sencillo como eso. Algo que todavía no han entendido sus competidores, y es una pena, porque la competencia nos beneficia como consumidores e impide que Apple se haga dueña de todo.

Pero la realidad es bien distinta, y a la hora de la verdad, los productos de Apple, casi siempre son mejores, más fáciles de usar, más bonitos, más «verdes», y… sí, más caros. Que echen a temblar los fabricantes de televisores, o de coches, si Apple alguna vez decide entrar en esos mercados, porque entonces la gente dejará de comprar Panasonic y Volkswagen.

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